No !!. Aunque a veces se usan como sinónimos, “energías limpias” y “energías renovables” son conceptos diferentes que, en el contexto político y económico actual de México, tienen implicaciones importantes para el medio ambiente. Vamos a explicar las diferencias.
La energía renovable es aquella que se obtiene a partir de una fuente que no se acaba. La energía limpia es aquella que durante su producción contamina menos en comparación con otras, como la energía proveniente de fuentes fósiles. Existen tipos de energía que son renovables porque provienen de un recurso inagotable y a la vez son limpias porque contaminan mínimamente el medio ambiente, pero no necesariamente todas las energías que son limpias provienen de fuentes renovables.
La energía eólica se obtiene de la energía cinética del viento producida por el efecto de las corrientes de aire. Como la energía solar, la energía eólica es una energía renovable inagotable pero intermitente porque depende de la fuerza del viento. Es la más utilizada en el mundo.
Aplicaciones: Electricidad.
La energía solar es una energía renovable obtenida a partir de la radiación electromagnética del sol. Se trata de una energía renovable porque se obtiene de una fuente natural e inagotable. Sin embargo, dicha energía no está disponible de forma continua. Es una fuente de energía intermitente que depende de la luz solar. Hay dos tipos de energía solar: La energía solar fotovoltaica, que corresponde a la electricidad producida por instalaciones solares fotovoltaicas.
Aplicaciones: Electricidad, transporte, calefacción y refrigeración.
La energía solar térmica, que corresponde al calor generado por los colectores solares. La energía solar es una de las fuentes de energía renovables más fáciles de producir.
Aplicaciones: Calefacción.
La energía geotérmica es aquella que aprovecha las altas temperaturas de yacimientos bajo la superficie terrestre para la generación de energía a través del calor.
Aplicaciones: Electricidad, calefacción y refrigeración.
La energía de la biomasa consiste en la combustión de residuos orgánicos de origen animal o vegetal. Se usa para crear biogás que, como combustible, genera un gas combustible que se utiliza para producir electricidad. Esta energía es una de las formas más económicas y ecológicas para generar energía eléctrica en una central térmica.
Aplicaciones: Electricidad, calefacción, refrigeración y transporte.
La energía hidroeléctrica o hidráulica se obtiene de la explotación del agua mediante corrientes marinas, molinos o presas. El movimiento del agua impulsa las turbinas que generan electricidad. Cuanto más alta es la presión del agua, más energía se produce. Por lo tanto, depende de las precipitaciones y del caudal de los ríos.
Aplicaciones: Electricidad.
La huella de carbono representa el volumen total de gases de efecto invernadero (GEI) que producen las actividades económicas y cotidianas del ser humano. Conocer el dato —expresado en toneladas de CO2 emitidas— es importante para tomar medidas y poner en marcha las iniciativas necesarias para reducirla al máximo, empezando por cada uno de nosotros en nuestro día a día.
Cada vez que viajamos en coche, cargamos el teléfono móvil o ponemos una lavadora, entre otras miles de rutinas, dejamos atrás una estela de gases que se acumulan en la atmósfera y sobrecalientan el planeta. Estas emisiones aceleran el cambio climático, como advierte la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y si no las neutralizamos a tiempo con la des-carbonización de la economía y otras medidas, como los impuestos ambientales, nos espera un mundo más inhóspito a la vuelta de la esquina.
El rastro de gases de efecto invernadero (GEI) que dejan las actividades humanas se conoce como huella de carbono. Este indicador ambiental mide tanto las emisiones directas como indirectas de compuestos como el metano (CH4), el óxido de nitrógeno (N2O), los hidrofluorocarburos (HFCs), los perfluororcarburos (PFCs), el hexafluoruro de azufre (SF6) y, sobre todo, del más abundante y que más ha contribuido al calentamiento global desde 1990: el dióxido de carbono (CO2). La Organización Meteorológica Mundial (OMM) apunta que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzó un nuevo récord en 2019 y que los niveles actuales de CO2 atmosférico son equiparables a los de hace más de tres millones de años, cuando el termómetro terrestre marcaba unos 3 °C más y el nivel del mar medía entre 10 y 20 metros más que hoy. Hasta ahora, la huella de carbono no ha parado de crecer —se ha multiplicado por 11 desde 1961— y ya supone el 60 % del impacto total del hombre en el medio ambiente, según estima la Global Footprint Network.
La huella de carbono personal es la que origina un solo individuo en su vida cotidiana al desplazarse, consumir, alimentarse y utilizar recursos como la energía. La ONG ambiental The Nature Conservancy estima que cada habitante del planeta genera una media de casi cuatro toneladas anuales de CO2, mientras que en países como Estados Unidos esta cantidad se cuadruplica por persona y año. Desde The Nature Conservancy señalan que la huella de carbono personal debe reducirse a menos de dos toneladas anuales para 2050. Los expertos sostienen que esta es la mejor forma de evitar que la temperatura siga subiendo y alcance el temido umbral de los 2 °C, lo que agravaría el cambio climático y lo convertiría en un problema irreversible.
Al igual que las personas, las entidades también realizan actividades que producen gases de efecto invernadero como, por ejemplo, durante la fabricación, el transporte o el consumo energético. La huella de carbono corporativa mide todas las emisiones GEI de las empresas y su alcance, tanto si son directas y pueden controlarlas como si no. En este sentido, las compañías suelen tener la opción de reducir o compensar su huella de carbono. ¿Cómo? Mejorando su eficiencia energética, consumiendo energía de origen 100 % renovable, realizando campañas de sensibilización, invirtiendo en proyectos medioambientales, abonando impuestos verdes o comprando toneladas de CO2 en el mercado internacional de emisiones, entre otras acciones.
Los servicios y los bienes de consumo también emiten gases de efecto invernadero antes, durante y después de su vida útil. La contaminación se da, por tanto, desde la obtención de materias primas, el procesado, la producción y la distribución hasta la etapa de uso y su transformación en un residuo que se reutilizará, se reciclará o se desechará en un vertedero. La huella de carbono de los eventos, como conciertos, espectáculos o competiciones deportivas, entre otros, también resulta considerable debido a elementos como el transporte, el consumo de energía, la basura generada, etc.
En Internet existen numerosas herramientas gratuitas y muy sencillas para estimar la huella de carbono personal en solo unos minutos. La calculadora que ofrece la ONU Enlace externo, se abre en ventana nueva. tiene en cuenta aspectos de nuestro hogar —tipo de vivienda, tamaño, eficiencia energética, etc. Nuestro modo de transporte habitual y nuestro estilo de vida, como el consumo de carne y productos locales, o la gestión de los desperdicios alimentarios o los desechos tecnológicos. Conocer la huella de carbono personal u organizativa es útil por las siguientes razones: sirve para identificar las emisiones GEI y reducirlas, permite poner en valor el desempeño ambiental de una organización a nivel de comunicación corporativa, puede utilizarse como herramienta divulgativa para sensibilizar sobre el coste ambiental y, fundamentalmente, es una herramienta efectiva para la gestión ambiental y energética.
1. No más combustibles fósiles
Esto es lo más obvio. Cuando estés en un agujero, deja de cavar. Cada tonelada de carbono que liberamos a la atmósfera al quemar combustibles fósiles está empeorando la situación. Incluso la Agencia Internacional de la Energía, antaño conocida por sus proyecciones conservadoras sobre el mundo, dice ahora que es posible pasar de los combustibles fósiles a un sistema energético dominado por las energías renovables. Así que ¡hagámoslo!. Los anuncios fósiles aumentan el consumo de combustibles fósiles.
2. Proteger al menos el 30% para 2030
En marzo, los gobiernos se reunirán en las Naciones Unidas para negociar un Tratado Mundial sobre los Océanos que permita la creación de áreas protegidas en los océanos mundiales. Más adelante en el año, los gobiernos se reunirán en la COP15 de la Cumbre de Biodiversidad de las Naciones Unidas (CDB), donde deben comprometerse a proteger al menos el 30% de las áreas terrestres y marinas para 2030. Esto debe hacerse respetando plenamente los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales.
3. Lucha por el futuro que merecemos
El actual modelo de desarrollo basado en el crecimiento y la extracción infinitos es injusto y está obsoleto. Tiene que desaparecer. Nos merecemos un futuro que respete a las personas y los límites y ciclos de la tierra. Un futuro en el que no exista el poder de las ganancias económicas sobre la vida; un futuro conectado con la naturaleza, arraigado en una diversidad de comunidades donde las decisiones se tomen de forma inclusiva y la igualdad esté asegurada.
4. Afrontar la realidad, con una honestidad brutal
Para solucionar un problema, primero tenemos que afrontarlo, con una honestidad brutal. Actualmente no nos estamos preparando para el mundo de 1,5°C al que deberíamos dirigirnos, ni para el mundo de 2,7°C al que nos estamos dirigiendo. Simplemente vamos a la deriva. Completamente desprevenidos ante los peligros que nos esperan.
¡Tomemos el control de nuestro futuro y empujemos a los gobiernos a actuar!
5. Es tú turno...
Inicia revisando tu día a día y el entorno en el que te desenvuelves.
La gran mayoría de lo que consumimos tiene plástico, se requiera o no. Los plásticos contribuyen a la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) desde la extracción de los recursos con los que se producirán (combustibles fósiles), su fabricación, su transporte, hasta su disposición final.
Las y los principales científicos del clima del mundo acaban de publicar su última evaluación masiva sobre los impactos del cambio climático y cómo y en qué medida se pueden adaptar esos impactos.
Aquí están los 5 puntos clave que debes saber sobre el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad.
1. Los riesgos e impactos climáticos aparecen con mayor rapidez y se agravan antes.
Esto lo dice todo. El cambio climático ya está causando pérdidas y daños generalizados a la naturaleza y a las personas, destruyendo vidas, hogares, medios de subsistencia y cultura. Y va a empeorar. Los científicos han actualizado su evaluación general sobre los motivos de preocupación para los futuros niveles de calentamiento, y han llegado a la conclusión de que los riesgos aumentarán hasta niveles altos y muy altos a niveles de calentamiento global más bajos de lo que se había evaluado anteriormente (en el AR5). Los efectos del calentamiento en los ecosistemas ya se han experimentado, están más extendidos y tienen consecuencias de mayor alcance que las previstas.
2. No estamos preparados ni siquiera para los impactos actuales, y eso está costando vidas.
Aunque los intentos de adaptación ante el empeoramiento de los riesgos climáticos han aumentado en todo el mundo, la mayoría siguen siendo demasiado pocos y demasiado tardíos. Como resultado, el número de personas y bienes expuestos a los riesgos climáticos ha aumentado, en lugar de disminuir.
Se han perdido vidas y hogares en todo el mundo, pero en los países altamente vulnerables la mortalidad por inundaciones, sequías y tormentas ha sido 15 veces mayor en la última década, en comparación con los países de muy baja vulnerabilidad.
No tenía por qué ser así. Unos planes de adaptación y de desarrollo resiliente al clima inclusivos, equitativos, con recursos suficientes y aplicados adecuadamente, que satisfagan las necesidades de los más vulnerables, salvarían vidas, hogares y futuros.
3. Limitar el calentamiento a 1,5 °C reduciría sustancialmente las pérdidas y los daños previstos, pero no puede eliminarlos.
Cada incremento del calentamiento empeora la situación, llevando a más personas y especies a sus límites y más allá. Las acciones a corto plazo que limitan el calentamiento global a cerca de 1,5°C (el límite de calentamiento del Acuerdo Climático de París) reducirían sustancialmente las pérdidas y los daños previstos para los seres humanos y los ecosistemas, pero no pueden eliminarlos. Esas pérdidas y daños se distribuyen de forma desigual y no se abordan de forma exhaustiva en los actuales acuerdos financieros, de gobernanza e institucionales, especialmente en los países vulnerables.
4. Debemos restaurar la naturaleza y proteger al menos el 30% de la Tierra para que ella nos proteja.
Salvaguardar la salud del planeta es esencial para la salud humana y de la sociedad y una condición previa para un desarrollo resistente al clima. Los ecosistemas diversos y autosuficientes con una biodiversidad sana aportan múltiples contribuciones esenciales para afrontar el cambio climático. Por ello, el IPCC hace especial hincapié en las posibilidades y necesidades de adaptación y mitigación basadas en los ecosistemas. Es importante destacar que los científicos subrayan que el mantenimiento de la resiliencia de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas depende de la conservación efectiva de aproximadamente el 30% al 50% de las zonas terrestres, de agua dulce y de los océanos de la Tierra, incluidos los ecosistemas actualmente casi naturales.
5. Esta es la década crítica para asegurar un futuro habitable, equitativo y sostenible. Es necesario pasar a un cambio transformador e inclusivo.
Los impactos y riesgos del cambio climático son cada vez más complejos y difíciles de gestionar, ya que los diferentes peligros se producen simultáneamente e interactúan con los múltiples riesgos creados por los modelos de desarrollo insostenibles y la injusticia social. Por lo tanto, lo que se necesita no son más pasos incrementales, sino transiciones integrales e inclusivas en los sistemas energéticos, alimentarios, industriales, urbanos y sociales que proporcionen un desarrollo equitativo y resistente al clima. Sin ningún retraso.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) fue creado en 1988 para que facilitara evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.
Mensaje de IPCC:
La evidencia científica acumulada es inequívoca: El cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta. Cualquier nuevo retraso en la acción global concertada y anticipada hará que se pierda una breve y rápida oportunidad de asegurar un futuro habitable y sostenible para todos.
¿Y tú que haces para reducir tu huella de carbón?
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